Dennis D. Lenaway1* y Leslie M. Beitsch
La respuesta mundial de salud pública a la pandemia de COVID-19 ha visto cómo las funciones básicas, como la vigilancia, las pruebas de laboratorio y el rastreo de contactos, se han visto forzadas a sobrepasar la capacidad de respuesta ante emergencias. De manera similar, las respuestas anteriores a peligros emergentes o reemergentes para la salud pública han puesto de manifiesto deficiencias graves y de larga data en nuestra capacidad de salud pública [1]. Cuando se ha destinado financiación a nuevos brotes y amenazas urgentes para la salud pública, normalmente ha sido episódica, fragmentada y no sostenida. La pregunta es cómo podemos comprender y comunicar mejor nuestra necesidad urgente de inversiones sustanciales y sostenibles que proporcionen una infraestructura de salud pública necesaria para abordar las amenazas actuales y futuras [2,3]. Creemos firmemente que la salud pública debe plantear estratégicamente que el fortalecimiento del sistema de salud pública y la mejora de los resultados sanitarios están vinculados de una manera que establezca la infraestructura como un prerrequisito esencial. Para ayudar a los responsables de las políticas y a los líderes de la salud pública a defender de manera más eficaz su argumento a favor de un aumento de la financiación, propusimos un nuevo modelo conceptual que describe en términos sencillos cómo las inversiones en infraestructura, utilizando nuestro conocimiento de las funciones esenciales y los servicios de salud pública fundamentales, crean los elementos básicos sobre los que los programas de salud pública individuales pueden tener éxito en la protección y la promoción de la salud pública y, al mismo tiempo, en la prevención de enfermedades [4]. En este comentario, compartimos el modelo conceptual básico y destacamos varios enfoques significativos que apoyan a las agencias, organizaciones e institutos en la creación de infraestructura y capacidad de salud pública sostenibles.